martes, 18 de diciembre de 2012

Relato: Un pequeño e insignificante milagro navideño (Pablo Calvo)

Bonjour!~
Mis más sinceras disculpas por la ausencia en el blog de los últimos días (y semanas u.u").
Hoy os traigo un relato navideño que hice para un concurso de un foro MOMENTO PUBLICIDAD , en el que, por cierto, me podéis votar http://foro-otaku.activoforo.com/t2918-votaciones-historias-navidenas FIN MOMENTO PUBLICIDAD

Aquí va:

Quedan apenas dos días para Navidad. Época de paz, de amor, de alegría… Permíteme que, simplemente, comente: ¡JA! Navidad es una época de consumismo, de consumismo y, ¿sabéis de qué más? Exacto. Consumismo.
No tengo nada en contra de la Navidad. Simplemente, soy realista. Yo no soy practicante; es más, ni siquiera soy creyente. Dudo mucho que haya una divinidad suprema vagando por el cielo o, si existe, que nos haga el más mínimo caso. Sin embargo, acepto la fecha como algo importante y me gustan los valores que debería transmitir. Debería…
El caso es que la Navidad, una fiesta para compartir, reír, cantar y acercarse a una chimenea con la familia a calentarse, ha perdido toda su razón de ser. Ahora es una fiesta en la que los niños ansían ver sus regalos, los adultos se quejan del pastón que se han gastado en contentar a sus hijos y los ancianos… Bueno, ellos sí que mantienen el significado de la Navidad, pero nosotros no nos paramos a verlo.
Entro en mi casa. Debería hacer algo, ¿no? Por volver a la razón original del día en cuestión, digo. Pero, ¿qué puedo hacer? Ya. Ya sé que podría darle dinero a los pobres y sonreírle al niño que se siente a mi lado en el autobús, pero no me refiero a eso. Me refiero a cambiarlo todo de verdad. Que todo el mundo lo haga.
Me tiro en mi cama. Cosas como esas sólo ocurren en las películas que emiten en estas fechas en todos los canales de televisión, ¿verdad? Al rato cierro los ojos.
☺☺☺☺☺
Me despierto. La víspera de Navidad. La idea de anoche me caló hondo. Realmente debería hacer algo a gran escala para parar esta oleada de antivalores. Salgo a la calle, decidido. Llamo a mis amigos, lo comento por Twitter y lo digo en el foro en el que participo. Hagamos un movimiento para regresar al amor y a la paz. 
Mis amigos dicen: “¡Qué buena idea!” o “Vaya chorrada.” En Twitter encuentro una buena acogida y en el foro sólo han respondido dos, pero han dicho que lo harán. En el día de hoy tenemos que hacer algo para que la gente a la que hemos ayudado ayude a otra y así sucesivamente. Hagamos como en
Cadena de favores.
Busco con la mirada posibles víctimas de mi espíritu navideño. Apenas hay tres personas en la calle, y ninguna parece necesitar algo que yo pueda ofrecerle. Sigo caminando, pero aún nada.
Esto es más difícil de lo que esperaba. Veo a un vagabundo mendigando en una esquina. Le doy los tres euros que llevo en ese momento en los bolsillos. No puedo hacer más por él. Mis padres no consentirían que entrara en la casa y no hay nada que pueda hacer por él fuera.
Después de horas infructuosas, me siento en un café. He encontrado otros dos euros en el bolsillo trasero, así que me pido un cortado. Me sirven unos minutos después. Mientras remuevo el contenido de la taza con la cucharilla, pienso en otras formas de transmitir algo de este sentimiento a los que me rodean. No es necesario que sea mucho: con que sonrían me conformo.
De repente, se me ocurre algo. No es muy espectacular, pero creo que la sonrisa sí que la conseguiré. Tomo un bolígrafo azul de uno de los bolsillos de mi chaqueta y, en una servilleta, anoto: «Gracias por todo. Sé que no me conoces y yo a ti tampoco, pero me has parecido una buena persona. ¡Ánimo con el trabajo! Feliz Navidad.
¡Ah! Si esto te hizo sonreír, por favor, haz algo similar para alegrar a alguien más por Navidad»
Dejo la servilleta bajo el dinero de la cuenta y me alejo, pero quedándome lo suficientemente cerca para ver la reacción de la camarera. ¡Ahí está! ¡Ha sonreído! Esto definitivamente te hace sentir mejor.
Vuelvo a mi casa, orgulloso por mi labor. No he hecho nada merecedor de salir en las noticias ni nada por el estilo. Simplemente, he alegrado la tarde a alguien.
☻☻☻☻☻
Hoy ha sido Navidad. Hemos comido toda la familia junta, nos hemos reído, hemos cantado villancicos… Por lo menos el día en cuestión sí que hay espíritu navideño. Ya se han ido todos, así que ayudo a mis padres a recoger la mesa y bajo la basura.
Cuando estoy al lado del contenedor, veo un cartel pegado al mismo. Pone:
«¡Hola, desconocido! Feliz Navidad. No te conozco lo más mínimo, pero sé que puedes dar felicidad a la gente de tu alrededor, porque tú eres especial. ¡Eres genial!
¡Ah! Si esto te hizo sonreír, por favor, haz algo parecido para alegrarle a alguien la Navidad.»
Sonrío. Parece que ha funcionado. La gente sonríe. Es un pequeño e insignificante milagro navideño.´

Ése es. Decidme vuestra opinión, kudasaaaaai~
Besos manchados de tinta :3

PD: CAMBIO DE DISEÑO DEL BLOOOOG. ¡¡YA LLEGÓ LA NAVIDAD!!

1 comentarios:

Anónimo dijo... [Responder]

Pues me ha gustado el relato. Encima lo de la película de «Cadena de favores» es una que me gustó mucho y me alegra que la hayas sacado a relucir. ^^

El relato te repito que está bastante bien, me ha recordado a algo que leí, aunque ahora no recuerdo a qué. [Ah, los 18 han hecho mella en mi cerebro. D:]

¡Un abrazo, chiquillo! ^^